sábado, 30 de mayo de 2009

La realidad superando la ficción


Con la cámara de fotografiar en las manos, observando tras el lente la escena cruel, en ese escenario donde la guerra es el protagonista y las víctimas; sus juguetes, obtura una vez, y otra vez, mientras un padre grita y llora lamentando su tragedia pues su hijo ha sido raptado por otros que lavarían su cerebro de ideas apuntando a muerte y violencia. Noticia que recibe de su esposa, tras unas rejas.


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L
a escena anterior, de la película El Diamante de Sangre, del director Edward Zwick, podría llegar a confundirse con una de las tantas historias que se viven en Colombia, de no ser porque dicha película cuenta la historia de la guerra en Sierra Leona, una población al occidente de África, que en la década de los 90 tuvo que vivir un revuelco violento afectando a la población civil.


Ese panorama, donde la periodista Maddy Bowen, expone tan sólo una muestra de la situación en la que la ciudadanía y los medios parecen cada vez más distantes, ajenos e inservibles, permite poner en tela de juicio (labor aparentemente fácil) el papel que juega un ser humano en “calidad” de comunicador.

Que el periodista es el puente entre instituciones y sociedad, que el periodista es un actor social ante todo, que el periodista debe tener por objetivo ayudar a la comunidad; son algunas de los ideales que se forjan desde la misma concepción de la carrera, puesto que es este personaje el que más se acerca a esa situación social, sin embargo, la realidad es otra.

Con la globalización, las nuevas tecnologías, los emporios mediáticos y las estrategias de la comunicación el periodista deja ese traje social para imponerse el que debe usar según el interés del medio para el que trabaja.
Redactar o mostrar lo que más vende, como por ejemplo, la prensa amarillista que se concentra en los ríos de sangre y dolor de una población vulnerable, silenciosa. No importa allí el problema social, y menos la solución, sólo el morbo de quienes compran por estar informados, y de los medios por vender.

El periodista está entonces sometido a las reglas del medio, puede tener mucha intención de promover la participación y la opinión pública pero los límites lo coartan, y la intención, muere.
Volviendo al tema reflejado en el film, es necesario contemplar lo siguiente, resulta que Bowen como corresponsal hace evidente al comienzo su firme propósito de encontrar la “chiva”, la historia que sólo ella podría publicar, bien claro se lo hace saber a uno de los protagonistas, es decir, que ante todo va tras algo que le beneficiará no sólo al medio sino a sí misma. Puede que haya sido paciente, que incluso salga de la zona de guerra para volver a su Londres, pero el resultado final es su esperada chiva, donde expone los negocios escondidos y los implicados en torno al contrabando de diamantes.

No se negará tampoco que tuvo tacto al saber negociar por la información, es evidente que para obtener lo que requería en pruebas tuvo que ceder también a ciertas concesiones, e incluso haciendo gala de su poder como periodista internacional logró ayudar a los implicados, sabiendo que con ello obtendría lo que le hacía falta. Y uno de los protagonistas, el padre del niño raptado, al igual que ella, se convierten en títeres del hábil comerciante experto en diamantes, quien envuelto en su ambición y su interés por salir de ese continente termina cediendo después de recibir una bala en su cuerpo, mostrando entonces su lado sensible.

La periodista también deja ver su parte humana, pues no sólo negocia la información sino que intenta ayudar a los implicados, más el resultado es su chiva, quizá olvidándose de sus propios intereses o los del medio, pero exponiéndole al mundo una verdad oculta en medio del conflicto. En Diamante de Sangre se ve un proceso de información, una trama dramática de la guerra, más no se puede decir que con ello se contribuya a la formación de participación ciudadana mediática, al contrario, se evidencia aún más cómo los intereses particulares del llamado cuarto poder imperan sobre los intereses generales de una comunidad urgida por ser visible y ayudada.

Y entonces, por acciones morales de aquél padre todo parece concluir en pro de su bienestar y el de su familia, pero es rara la película que no termine con un final feliz, pues es sólo eso, un film estadounidense que mostró una parte o una visión de esa historia sangrienta, violenta, de esa historia donde la realidad supera la fantasía.

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