domingo, 30 de marzo de 2008

Músicos de bus en bus

En Transmilenio no se pueden subir por obvias razones pero en buses y busetas se ganan la vida a punta de notas musicales y ritmos conmovedores. Algunos usan la balada y otros las cadencias sonoras de la música andina pero todos cumplen su función: ser músicos de bus en bus.


Aquellas personas, en su gran mayoría, lo hacen por que buscan esa forma de trabajo para sostenerse económicamente. Y en torno a esa necesidad se forman historias que dan para muchas otras creaciones. A veces, respaldan su trabajo diciendo que es la manera en que pueden llevarles la comida a sus familias o que el dinero que recojan será para pagar una habitación dónde dormir.

Se suben al bus con o sin permiso del conductor, ya sea por la puerta de entrada o de salida, piden disculpas por interrumpir el viaje de los que allí van. Y empiezan a entonar líricas y a tocar instrumentos carcomidos por el uso y el abuso. Algunos demuestran tener gran talento mientras otros disfrazan su poco talento en medio de fuertes sonidos y otras estrategias, igual el objetivo es entretener.

Los hay de varias formas:

1. Los que usan sus trajes que inmediatamente identifican la música que tocarán ante su público, por ejemplo si tocan música llanera entonces usan sombreros y camisas blancas, acompañados de un pañuelo rojo.

2. También hay los que cargan los instrumentos sin importar cómo son. Incluso he visto en la calle 100 con 127 a un par que se cargan el arpa y las maracas. Uno podría pensar que resulta muy difícil subirse a un bus por la puerta trasera con un ¡ARPA!, pero ellos ya cogieron la habilidad y agilidad de hacerlo.

3. Hay aquellos músicos que sin instrumento y vestuario apropiados se suben sin pudor a cantar a “a capela”. Sacan desde sus cuerdas vocales notas musicales y entonan con fuerza para poder ser escuchados a pesar del ruido de la calle.

Algunas de las historias que narran para contar por qué son músicos de buses:

- Son padres o madres cabezas de familia y deben sostenerla.
- Son líderes de algún grupo para alcohólicos y drogadictos en proceso de rehabilitación.
- Son músicos que quieren ser conocidos.
- Son personas que buscan dinero para pagar su sostenimiento.
- Estudiantes que con la ganancia pagan sus estudios.
- Personas recién salidas de la cárcel
- Desplazados por la violencia que necesitan ubicarse en la gran ciudad.

A veces, si uno no les da dinero entonces viene como respuesta una mirada de agravio. Pero si se les da entonces agradecen con una sonrisa y un “que Dios le bendiga”. La cuestión es la misma, ahora es; entretenimiento + riesgo = ganancia.

El público resulta todo un grupo crítico que aplaude si le gustó el show o que ignora al músico si no le gustó. Pero este panorama puede llegar a demostrar muchas cuestiones, por un lado que estamos viviendo en un país donde no hay oportunidades laborales para personas de bajos recursos que no tienen estudios (es más ¿acaso las tienen quienes sí son estudiados?), y por otro, que los colombianos son tan “verraquitos” que buscan las mil formas de salir adelante a pesar de las circunstancias.

¿Si se les da dinero uno contribuye a su búsqueda de calidad de vida o más bien a su pobreza?, ¿cuánto lograrán sostenerse con la ganancia?, ¿qué tan reales son las historias que respaldan su trabajo?, ¿se convierte para ellos en costumbre después de la necesidad, de ser así, entonces no buscan mejores opciones de trabajo?. Son sólo algunos de los interrogantes que surgen al ver este cuadro social, preguntas que al parecer no se le dan respuesta aún.

Ahora usted, señor o señora o señorita o joven visitante puede contar en éste espacio qué le ha ocurrido con los músicos de bus en bus, aquí usted puede intentar dar respuesta a las anteriores preguntas y si quiere, plantear otras, la cuestión está en que de seguro usted ha vivido este tipo de experiencias que sólo ocurren en la calle. Cuéntelas.

lunes, 17 de marzo de 2008

El arte de la fuerza de la sangre colombiana

Lunes 10 de Marzo.

Siete de la noche.

Transmilenio era la mejor opción que tenía para llegar al Auditorio León de Greiff en la Universidad Nacional, sólo que llegué muy temprano y entonces viajé de estación en estación hasta dejar pasar el tiempo. Un bus rojizo lleno de personas que en su mayoría estaban todavía con gotas de lluvia, tenían en sus rostros marcas de cansancio.

Ocho de la noche.

Con total asombro una persona me ubicó en mi silla dentro del teatro ayudada por una mujer que muy amablemente iba organizando a todos en las sillas que quedaban más lejos del escenario, por que eran las más baratas.

Momentos antes de empezar la obra de teatro tenía ya tres cosas en mi cabeza: la primera que esperaba ver una obra de teatro en sí, la segunda que hacer planes uno sólo también es muy cómodo y liberador, y por último, que una pareja de jóvenes no bogotanos me habían pedido que por favor me cambiara de silla para que una acompañante de ellos pudiera estar cerca a lo cual me negué.

Nueve de la noche.

Aún la gente llegaba, ya se veía más lleno el teatro. Los que habíamos sido puntuales empezábamos a cansarnos. Me leí dos veces el programa y cada vez comprendía mejor que no iba a ver ninguna obra de teatro propiamente sino una muestra profesional de danza contemporánea. Lo pensé dos veces y terminé cambiándome de silla. Continué esperando mientras oía algunos vals en mis audífonos, música oportuna para el momento.

¡Y empezó por fin! Doce jóvenes con talento se lanzaron al escenario sin ningún temor aparente y cada uno en su mismo cuerpo reflejaba la fuerza y delicadeza de los ritmos que los hacían moverse con un mensaje en cada presentación. Una antología coreográfica que desplegó imaginación, crítica y colorido.

Variables tonos musicales fueron las cortinas que adornaron a los artistas, y ellos a su vez iluminados por sus formas y siluetas. Siete fueron las presentaciones: Antípodas, Eidon, Danza No Danza, Las bromas de Dios, Del orden al caos, Pegaito al pick up y El sueño de nuestros ancestros fueron el lanzamiento de este grupo llamado El Colegio del Cuerpo.

Sin apreciar aún la magnitud del evento quedé asombrada por su manera de distribuirse entre ellos mismos, pero más por su valentía sobre las tablas. Fuerza era lo que más reflejaban sus pasos.

Mujeres y hombres jóvenes que se estrenaban a nivel mundial en el Festival. Apoyados por una serie de entidades que le permitían por vez primera mostrar su trabajo de manera íntegra. Jóvenes que eran los primeros en toda Colombia en graduarse del programa de Licenciatura en Educación Básica en Danza de la Universidad de Antioquia.

Entre cada salida la gente aplaudía con furor y entusiasmo patriótico (creo yo).

Diez y media de la noche.

Las últimas notas de la canción y los últimos danzares de los artistas. Cambios de ropa más de dos veces, y terminó todo.

Salieron con sus directores o eso creo, Álvaro Restrepo y Marie Delieuvin, agarrados de las manos orgullosos del éxito logrado.

Exhaustos por la velocidad de los ritmos pero sonrientes ante su fuerza de sangre colombiana, que demostraba que en Colombia no sólo la guerra deja sangre sino también que en esta patria hay sangre renovada que tiene fuerza de luchar y demostrar que hay cosas posibles.

Y la gente, aplaudía por minutos largos, algunos incluso se levantaron de sus sillas, otros gritaban y otros silbaban de alegría.

El telón no se cerró, quedó abierto, y la gente ya salía.

Noche fría. Y yo me perdí en Transmilenio (jajajaja) sí, yo que bien lo conozco me dejé perder esa noche y recorrí desde el sur hasta el norte mi ciudad.

Doce de la noche.

Sonreía de la emoción de saber que disfruté de una de las tantas obras del Festival Iberoamericano de Teatro. Todavía tenía ritmos en mi cabeza, un orgullo extraño e inmensas ganas de seguir viendo teatro.

Así se siente también los hechos en esta vieja ciudad.

GRACIAS

domingo, 9 de marzo de 2008

Apertura del Festival de Teatro: sólo un intento


Todo un año preparando el más grande Festival de Teatro, y con ello una serie de bombardeos publicitarios que abarcan desde los países invitados hasta los directores de las obras. En gran medida, este mega evento se empieza con la apertura de un desfile que permite a todos los ciudadanos disfrutar de una amplia gama de artes, coloridos y culturas. Desfile que se realiza en una de las principales vías de Bogotá, es decir, la carrera séptima. Pero esta vez, todos nos quedamos esperando.

Desde las dos de la tarde del día de ayer, estaba la gente alistándose en balcones y calles para poder coger un buen lugar que les permitiera ver cada parte del desfile. Sin embargo, con los extraños cambios climáticos la tarde empezó a cambiar su color cálido a un tono gris que anticipaba lloviznas.

El ambiente se fue animando cuando la Guardia Fantasma* (comparsa musical como de banda de guerra) se ubicó en una plataforma para hacer sonar sus instrumentos capturando la atención de los caminantes. Pero se desgajaron gotas grandes y todos a pagar escondederos y espacampaderos. Más sin embargo, se activó la alarma para los vendedores informales pues ofrecían por lado y lado desde paraguas hasta condones. Sí, lo que leyeron: condones, quizá el vendedor anunció aquello por llamar la atención o no sé, pero lo hizo.

Con la lluvia las comparsas se fueron resguardando, y ya eran las tres de la tarde, por ninguna esquina se veía la gana de empezar con el desfile, y no era para menos pues con mirar hacia arriba bastaba para entender que en toda la tarde no pararía de llover. Artistas y carrozas se veían ya con el maquillaje fuera de lugar y las telas empapadas. Y para ser más sincera aún, no había ni tantos artistas ni tantas carrozas, eso me daba un mal presagio.

Ya habían pasado más de dos horas y las calles empezaban a inundarse. Buscando la manera de no mojarnos pero de poder observar el desfile (por si en serio empezaba) algunos decidimos meternos a un viejo edificio que desde el segundo piso ofrecía una buena panorámica. Y ahí me salve, ya que de ahí en adelante todo empeoró.


Por un momento, cerré los ojos y asimilé ser Fanny Mickey pensando en si cancelaba o seguía con el plan, y la serie de argumentos** que me salieron fueron más a favor de cancelarlo todo. Cosa que a las cuatro y media de la tarde sucedió. Pues por la carrera séptima no se podía andar, era un río.


La gente que aún tenía la esperanza de ver el desfile y que seguía estacionada en la calle perdió todo interés y fueron caminando hacia sus transportes con cara de desilusión. Y otros, menos conformes caminamos hacia el epicentro del desfile para, por lo menos, ver entre bambalinas algo de lo que hubiese sido un buen espectáculo.

Pero ¡no señor!, como buenos colombianos optimistas ante las dificultades se vieron dos o tres comparsas (la banda de los borrachos, comparsas de algunos patrocinadores…) que bajo la lluvia dieron alegría a pesar de todo, danzaron, cantaron, anduvieron y animaron por media hora a los que quedábamos por allí. Esa es la energía de la gente que a pesar de todo sigue sonriendo (aunque arriesgándose).


No se puede culpar a la organización, ni a nadie. El clima fue el que tomó la decisión de impedir la apertura del Festival. Aunque hoy se llevó a cabo el desfile tan anhelado.


Ya en la noche, algunos medios registraron el hecho pero en pequeñísimas notas que ignoraron toda la travesía de los que estuvimos allí, limitándose a una invitación para el siguiente día. Incluso, algunos otros ni siquiera registraron el momento. Ah! Y otros, se centraron en un problema citadino, pues en la calle 26 con Caracas se convirtió (como hace algunos meses) en un caos para conductores que atrapados en sus autos vivieron la inundación debajo de un puente.


Así, fue como yo lo logré ver los hechos. Por que todo eso ocurrió en la calle, donde miles de historias se ven y uno que tanto la transita ni cuenta se da a veces.


Gracias.

* Fotografías del intento de desfile.
** Argumentos que me surgieron:

1. Los artistas podrían enfermarse por el frío de las lluvias.
2. Las carrozas decoradas en papel se desharían.
3. Los instrumentos musicales correrían riesgos de dañarse irreparablemente.
4. Pérdida económica.
5. No había la cantidad de gente que siempre hay en este desfile (¿así será que valía la pena?)
6. La pérdida del maquillaje corporal.
7. Posibles caídas de los zanqueros.